viernes, 26 de marzo de 2010

Zama - Antonio Di Benedetto

--Pero no, ¿cómo puede ser que no hayas leído Zama? -me dijo el bucólico Elio Gerardi, detrás de su escritorio, prendiendo un pucho, con la boina durmiendo sobre un costado.
--¿Y qué hay que leer?
--Vos leelo.
La espera de Don Diego de Zama, funcionario de la colonia, por la llegada de un barco que lo lleve de Asunción a Buenos Aires tiene algo que ver con la manera en que lo conseguí. Un diestro juego de búsqueda y espera, el destino allá a la vuelta que por algún capricho no quiere aparecer, esos instantes de apreciación de lo que no es, recorriendo librerías por un tiempo, viendo sus ediciones modernas a precios inaccesibles para mis famélicos bolsillos, hasta que lo terminé consiguiendo por una de esas colecciones del gran diario argentino por 15 mangos. Gracias Elio.

Extracto:

"Salí de la ciudad, ribera abajo, al encuentro solitario del barco que aguardaba, sin saber cuándo vendría.
Llegué hasta el muelle viejo, esa construcción inexplicable, puesto que la ciudad y su puerto estuvieron donde están, un cuarto de legua arriba.
Entreverada entre sus palos, se manea la porción de agua del río que entre ellos recae.
Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y lo llevaba, pero se lo enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos.
Ahí estábamos, por irnos y no." 



miércoles, 24 de marzo de 2010

El bandido Dubrovsky - Aleksandr Pushkin

Nunca sé cuál es el próximo libro que voy a leer. Pueden pasar años entre que compro uno y lo leo, siempre espero que el libro me llame, como si existiera alguna cuestión astronómica de por medio. Creo que para cada libro hay un momento y dejo que eso pase. Hoy me levanté sin ideas y me acerqué a la biblioteca y luego de mirar un poco lo agarré sin saber nada.No recuerdo bien cómo conseguí este libro, pero su edición de 1944 y su precio de 10 pesos escrito en lápiz deja en evidencia que fue en alguna librería de usados, muy usados.
Para disfrutar a Pushkin hay que saber que desde que tenía 20 años sufrió la censura de los Zares -Alejandro I y luego Nicolás I -  y que, a pesar de descender de una familia noble, sus poemas fueron siempre en búsqueda de la libertad, con críticas contra la autrocracia y el feudalismo del sigo XIX.
Y esta novela, de su etapa tardía, lleva los rasgos de la injusticia de los amos feudales, la corrupción y la fidelidad de los plebeyos que fue acumulando a través de sus múltiples destierros. Maestro de Dostoievsky y Tolstoi, su espíritu por la causa de la liberación es una huella profunda en el pensamiento de los plebeyos revolucionarios y en la clase obrera revolucionaria, con los que jamás convivió.

Extracto:


"En un pestañar de ojos la casa fue una hoguera. Los pisos empezaron a crepitar y a caer en pedazos. Las vigas, inflamadas, se hundían. Una humareda negra se elevaba por encima del techo. 
Se oyeron gemidos y gritos lastimeros.
--¡Socorro! ¡Socorro! -gritaban de adentro.
--¡Fastidiarse! -decía Arkip contemplando el incendio con risa mefistofélica.
--Arkip -dijo Yegorovna-, salva a estos condenados. Dios te premiará. 
--¡De ningún modo! -replicó el herrador.
En este momento los delegados se asomaron a la ventana, esforzándose por hacer saltar el marco. Pero, acto continuo, cayeron con estrépito, y los gritos cesaron.
Todos los aldeanos acudieron al patio. Las mujeres se apresuraban a salvar sus prendas; los niños bailaban a la luz del incendio.
Las chispas caían en haces inflamados, que alumbraban las casas en torno al castillo.
--Así va bien -dijo Arkip-- Es un hermoso espectáculo que alegrará a Kirila.
Un nuevo incidente solicitó la atención general.
Un gato corría a lo largo del techo de un cobertizo ardiendo, no sabiendo dónde refugiarse. El fuego le rodeaba por todos lados. El animalito pedía socorro con un maullido lastimero. Los chicos reían a carcajadas viendo su pavor.
--¿Por qué os reís, demonios? -dijo enfadado el herrador-. ¿No teméis a Dios? Va a morir una bestia que él crió, y os alegráis. 
Diciendo esto, Arkip apoyó una escalera contra el techo incendiado y subió para agarrar el gato, el cual, comprendiendo su intención, saltó y se agarró a su ropa con reconocido apresuramiento. El herrero, medio tostado, bajó con su presa."

lunes, 22 de marzo de 2010

En el camino - Jack Kerouac

Creía que había leído unos cuantos escritores yankis hasta que Chapa Rau me habló de los beatniks. Los autores de la generación perdida me habían sacado de la lasitud en los últimos meses, pero nada sabía de Kerouac, Burroughs o Ginsberg. Chapa gesticulaba dramáticamente contándome cosas sobre Visiones de Cody en el taller literario y confiando en su criterio me puse a la búsqueda. Uno de los hábitos que tengo cuando conozco una casa es pipiar la biblioteca, más por hábito que otra cosa. Así que en la casa de mi tío me puse a mirar uno por uno los nombres a ver si en algún momento mágico me ahorraba el laburo de rastrear en las librerías de viejo.Y allí, bañando en ese polvo que no sale fácil y marca cada surco de las huellas dactilares, encontré la primera edición de editorial Lozada de 1959 de En el camino, de Jack Kerouac. 
Aquellos que amamos los trenes y los viajes, las rutas semi dormidas al amanecer, el sonido del bebop naciente y los chiflados que siempre se cruzan en nuestro camino sabemos que en Kerouac siempre habitará en los momentos de onirismo metafísico. Casi biográfico, Burroughs, Ginsberg, Ferlinghetti y el gurú del volante Neal Cassady van ilustrando las ciudades, como insipientes hipsters, hasta sacar la careta del american way of life y llegar a México a fines de los '40. Por supuesto, al libro nunca lo devolví. 

Extractos:

"...Me desperté cuando el sol se estaba ya enrojeciendo y se produjo entonces el momento más extraño de mi vida, el momento en que llegué a ignorar quién era yo: estaba lejos de casa, obsesionado y cansado por el viaje, en una habitación de hotel barato que nunca había visto en mi vida, oyendo los siseos del vapor procedentes del exterior, los crujidos de la vieja madera de hotel, pasos en el piso de arriba y toda clase de ruidos melancólicos. Miré hacia el techo lleno de grietas y realmente no supe quién era yo durante unos quince segundos. No estaba asustado; simplemente, era otro, un desconocido, y toda mi vida era una vida de aparecido, una vida fantasmal. Estaba a mitad de camino a través de los Estados Unidos, en la línea divisoria entre el Este de mi juventud y el Oeste de mi futuro, y tal vez fuera eso lo que sucedió allí en aquel momento, en aquel rojizo atardecer."

  
             

sábado, 20 de marzo de 2010

Conquista de lo inútil - Werner Herzog


Es extraño como un punto se diversifica y toma caminos paralelos, corrientes alternas que pueden volver a unirse con un poco de imaginación. Tal como Fitzcarralado soñó construir un varadero sobre la montaña para unir el río Marañon con el Ucayali en Iquitos, Perú, y con el dinero del caucho construir su Gran Ópera de la selva.
Lo primero que supe de Werner Herzog tiene que ver con Joy Division y la historia que narra que al momento de suicidarse Ian Curtis estaba mirando Stroszcek. En algún punto el recuerdo volvió cuando vi apiladas una sobre otras varias películas de Herzog en un puestito de la feria de San Telmo y sin dudar me llevé la de la "conquista de la inútil" y años después, leyendo uno de esos suplemento culturales domingueros, vi que se había publicado la bitácora "Herzogriana" sobre la filmación.
Herzog anotó en su cuaderno desde junio del '79 a noviembre del '81 sus experiencias en el campamento en el medio de la selva, su relación con los nativos campas, con historias de caos, desolación y mucha yuca, y por supuesto, los ataques de Kinski. Sencillo y agudo, el director alemán está al acecho, observando, hasta que el Amazonas lo consume y es uno más.

Extractos:


"Me sitiaron unos pájaros amarillos. Ayer a la noche luché en mi choza contra una renovada invasión de hormigas migrantes que me atropellaron con sus larvas, pero que eran fáciles de combatir por lo extraordinario de su tamaño. Primero lo intenté en vano tirándoles Baygon y al final barrí a los frenéticos guerreros por sobre el borde de mi galería hacia el pantano debajo de mí. Nuestro trabajo no se lleva bien con la naturaleza del Amazonas. El clima es malo, a las gallinas les va mal, a los conejos también. A los gusanos en la tierra les va bien. Ellos se alegran." 


"Hace días que acá en el agua estaba tirado un pato enfermo. Primero pensé que quizá estaba incubando, pero después de que ayer a la noche se asara sobre dos palos entrecruzados en el fuego de Zézé, me enteré de que el pato se subía siempre a los baldes de plástico con detergente de las lavanderas indígenas, porque al parecer le gustaban los baños de espuma. Debido a eso, sus plumas habían perdido la capa de grasa, y cuando intentaba nadar en el río, se hundía, embebido en agua."