miércoles, 24 de marzo de 2010

El bandido Dubrovsky - Aleksandr Pushkin

Nunca sé cuál es el próximo libro que voy a leer. Pueden pasar años entre que compro uno y lo leo, siempre espero que el libro me llame, como si existiera alguna cuestión astronómica de por medio. Creo que para cada libro hay un momento y dejo que eso pase. Hoy me levanté sin ideas y me acerqué a la biblioteca y luego de mirar un poco lo agarré sin saber nada.No recuerdo bien cómo conseguí este libro, pero su edición de 1944 y su precio de 10 pesos escrito en lápiz deja en evidencia que fue en alguna librería de usados, muy usados.
Para disfrutar a Pushkin hay que saber que desde que tenía 20 años sufrió la censura de los Zares -Alejandro I y luego Nicolás I -  y que, a pesar de descender de una familia noble, sus poemas fueron siempre en búsqueda de la libertad, con críticas contra la autrocracia y el feudalismo del sigo XIX.
Y esta novela, de su etapa tardía, lleva los rasgos de la injusticia de los amos feudales, la corrupción y la fidelidad de los plebeyos que fue acumulando a través de sus múltiples destierros. Maestro de Dostoievsky y Tolstoi, su espíritu por la causa de la liberación es una huella profunda en el pensamiento de los plebeyos revolucionarios y en la clase obrera revolucionaria, con los que jamás convivió.

Extracto:


"En un pestañar de ojos la casa fue una hoguera. Los pisos empezaron a crepitar y a caer en pedazos. Las vigas, inflamadas, se hundían. Una humareda negra se elevaba por encima del techo. 
Se oyeron gemidos y gritos lastimeros.
--¡Socorro! ¡Socorro! -gritaban de adentro.
--¡Fastidiarse! -decía Arkip contemplando el incendio con risa mefistofélica.
--Arkip -dijo Yegorovna-, salva a estos condenados. Dios te premiará. 
--¡De ningún modo! -replicó el herrador.
En este momento los delegados se asomaron a la ventana, esforzándose por hacer saltar el marco. Pero, acto continuo, cayeron con estrépito, y los gritos cesaron.
Todos los aldeanos acudieron al patio. Las mujeres se apresuraban a salvar sus prendas; los niños bailaban a la luz del incendio.
Las chispas caían en haces inflamados, que alumbraban las casas en torno al castillo.
--Así va bien -dijo Arkip-- Es un hermoso espectáculo que alegrará a Kirila.
Un nuevo incidente solicitó la atención general.
Un gato corría a lo largo del techo de un cobertizo ardiendo, no sabiendo dónde refugiarse. El fuego le rodeaba por todos lados. El animalito pedía socorro con un maullido lastimero. Los chicos reían a carcajadas viendo su pavor.
--¿Por qué os reís, demonios? -dijo enfadado el herrador-. ¿No teméis a Dios? Va a morir una bestia que él crió, y os alegráis. 
Diciendo esto, Arkip apoyó una escalera contra el techo incendiado y subió para agarrar el gato, el cual, comprendiendo su intención, saltó y se agarró a su ropa con reconocido apresuramiento. El herrero, medio tostado, bajó con su presa."

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