viernes, 26 de marzo de 2010

Zama - Antonio Di Benedetto

--Pero no, ¿cómo puede ser que no hayas leído Zama? -me dijo el bucólico Elio Gerardi, detrás de su escritorio, prendiendo un pucho, con la boina durmiendo sobre un costado.
--¿Y qué hay que leer?
--Vos leelo.
La espera de Don Diego de Zama, funcionario de la colonia, por la llegada de un barco que lo lleve de Asunción a Buenos Aires tiene algo que ver con la manera en que lo conseguí. Un diestro juego de búsqueda y espera, el destino allá a la vuelta que por algún capricho no quiere aparecer, esos instantes de apreciación de lo que no es, recorriendo librerías por un tiempo, viendo sus ediciones modernas a precios inaccesibles para mis famélicos bolsillos, hasta que lo terminé consiguiendo por una de esas colecciones del gran diario argentino por 15 mangos. Gracias Elio.

Extracto:

"Salí de la ciudad, ribera abajo, al encuentro solitario del barco que aguardaba, sin saber cuándo vendría.
Llegué hasta el muelle viejo, esa construcción inexplicable, puesto que la ciudad y su puerto estuvieron donde están, un cuarto de legua arriba.
Entreverada entre sus palos, se manea la porción de agua del río que entre ellos recae.
Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no descompuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y lo llevaba, pero se lo enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos.
Ahí estábamos, por irnos y no." 



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